21 jul 2016

2. NIETZSCHE Y EL EVOLUCIONISMO. NIETZSCHE Y LAS CIENCIAS NATURALES.



Nietzsche y las ciencias naturales

Son muchas las citas y referencias que nos permiten constatar el interés de Nietzsche por los avances de las ciencias naturales y, más concretamente, por el darwinismo. No en vano, en sus escritos de juventud se refiere al darwinismo como “el clima cultural de su época”. Asimismo, su correspondencia y sus notas de juventud dejan claro que mantuvo un profundo interés por el “naturalismo” de los presocráticos y una sincera amistad con científicos de su tiempo. Siempre se interesó por los debates científicos de actualidad y, si bien es dudoso que leyera íntegramente El origen de las especies por medio de la selección natural (1859), de lo que no hay duda es de que su biblioteca albergaba numerosos libros relacionados con Darwin y el evolucionismo.

El primer acercamiento de Nietzsche a las teorías darwinistas se produjo gracias a la obra Historia del materialismo y crítica de su importancia en nuestra época, de Friedrich Albert Lange, que, como veíamos, Nietzsche comenzó a leer durante 1866. Nietzsche llegó a confesar que ese libro le influyó tanto, al menos, como la obra de Schopenhauer. Por un lado, reforzaba la visión pesimista y antiteológica que Nietzsche heredó de Schopenhauer: la insensata batalla desarrollada cada día por los individuos en el mundo fenoménico, la lucha caótica y alocada de la naturaleza, se ve confirmada en la lucha por la existencia y la selección natural, que avanza sometida al azar más ciego. Por otro lado, la revelación de la ausencia de diferencias entre el hombre y el animal suponía una crítica demoledora, y posiblemente definitiva, contra el cristianismo.

Al mismo tiempo, Lange desveló a Nietzsche algunas fracturas teóricas en el sistema de Schopenhauer. Postulaba la imposibilidad de la metafísica como conocimiento de la cosa-en-sí, y, sobre todo, radicalizó el a priori kantiano al diluirlo en lo biológico, mostrando los fundamentos psicológicos del trascendental. Fue así, a través de Lange, como Nietzsche conoció o redescubrió la teoría del conocimiento de Kant, el materialismo antiguo y moderno, el darwinismo y los rasgos fundamentales de las modernas ciencias naturales.

Con este aparato teórico, Nietzsche concibió en 1868 un borrador de tesis doctoral titulado El concepto de lo orgánico desde Kant, proyecto que definió como “a mitad de camino entre lo filosófico y las ciencias naturales”[1]. Parece que en aquellos años Nietzsche estaba decidido a dedicarse en adelante a las ciencias naturales junto a su amigo Rohde. Sin embargo, durante el verano de ese mismo año obtuvo una cátedra de filología en Basilea, lo que le apartó radicalmente de su proyecto inicial.

Este cambio no significó, no obstante, que Nietzsche se olvidara de los avances que habían experimentado las ciencias naturales durante el período 1830-1860, sobre todo en el campo de la biología. Era imposible estar al margen de las aportaciones de Wallace y Darwin, puesto que habían penetrado todos los círculos intelectuales de Europa. Es el período del llamado “Nietzsche ilustrado”, si bien no hay que olvidar que ni siquiera en ese período elevó la ciencia al rango de filosofía. Para el autor alemán, la ciencia, al igual que la metafísica, es incapaz de llegar hasta la verdad; no es más que una poesía conceptual que nos aproxima a ciertas verdades, pero que no nos lleva a lo más profundo de nuestra existencia. Toda la obra de Nietzsche se mantuvo siempre en esa tensión entre un interés honesto y real por los avances de las ciencias naturales y su convicción de que por sí mismas no pueden dar cuenta de la complejidad de lo real.

En Basilea, Nietzsche participa activamente en los debates sobre la teoría evolucionista. Lo que le sigue seduciendo del evolucionismo es que destruye cualquier concepción idealista del hombre, al presentarlo, en la cima de la escala de los seres vivos, como el resultado de una evolución orgánica. El descubrimiento de Darwin sirve para consolidar muchas de las intuiciones del joven Nietzsche. Si el ser humano no puede quedar encerrado en una definición a partir de una “idea” o una “razón” trascendental, el mundo humano debe ser explicado y reconstruido a partir de una hipótesis puramente física. El ser humano no puede ser explicado como un alma anclado a un cuerpo; el ser humano no tiene, sino que es un cuerpo.

Nietzsche se encuentra, por tanto, en una fase de transición. Sin abandonar totalmente la influencia de Schopenhauer, busca nuevas vías por las que el hombre pueda escapar del devenir natural, aleatorio, absurdo. Su primera solución fue la redención del hombre a través del arte, formulada en El nacimiento de la tragedia. Una segunda solución fue el recurso a la historia como herramienta útil para la vida, tal como expone en su Segunda intempestiva. Ya en la Tercera intempestiva se centra en un modelo especial de hombre, un hombre excepcional entendido como aquel en el que la naturaleza encuentra su finalidad, su redención y su sentido. Pero esos hombres de excepción, evocados como auténticos faros de la humanidad que toda cultura debe producir siguiente el ejemplo de la cultura griega, no se definen por criterios biológicos, sino por una síntesis superior de cualidades propiamente humanas.

En definitiva, fue en Basilea donde Nietzsche toma contacto con el naturalismo darwiniano, al que no solo miraba con interés por ser el clima cultural de su tiempo, sino también por la relación que le permitía establecer con la filosofía presocrática, a la que consagró su programa de estudios durante sus cursos de 1872 y 1873. Puede observarse claramente la influencia de Lange en la primera parte de su curso, titulada Materialismo en la antigüedad. El darwinismo le aporta una garantía científica a las intuiciones de los presocráticos, no solamente de Heráclito, sino también, como veíamos, de Demócrito. Pero, simultáneamente, Nietzsche es consciente de que no todo puede explicarse desde esa hipótesis.



[1]    Carta a Paul Deussen, citado en Gilbert Merlio, p. 126.

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