La educación como
factor de degeneración
En el capítulo de El
crepúsculo de los ídolos titulado Los
mejoradores de la humanidad, Nietzsche opone dos modos de educación
posibles: la doma (domesticación) y la cría (crianza). La domesticación del
hombre es el modelo educativo elegido por aquellos que, como los sacerdotes
cristianos, pretenden mejorar la especie humana y lo único que consiguen es
uniformizarla, encogerla y enfermarla:
“Llamar a la doma de un animal su mejoramiento
es algo que a nuestros oídos suena casi a broma. Quien sabe lo que ocurre en
las casas de fieras pone en duda que en ellas la bestia sea mejorada. Es
debilitada, es hecha menos dañina, es convertida, mediante el afecto depresivo
del miedo, mediante el dolor, mediante las heridas, mediante el hambre, en una
bestia enfermiza. (…) Dicho fisiológicamente: en la lucha con la bestia el
ponerla enferma puede ser el único medio de debilitarla. Esto lo entendió la
Iglesia: echó a perder al hombre, lo debilitó; pero pretendió haberlo mejorado”[1].
A esa moral y a esa doma cristianas Nietzsche opone el
modelo de la cría, tomando como ejemplo la moral india sancionada como religión
en la “Ley de Manu”:
“La tarea aquí planteada consiste en criar a la
vez nada menos que cuatro razas: una sacerdotal, otra guerrera, una de
comerciantes y agricultores, y finalmente una raza de sirvientes, los sudras.
Es evidente que aquí no nos encontramos ya entre domadores de animales: una
especie cien veces más suave y racional de hombres es el presupuesto para
concebir siquiera el plan de una cría. Viniendo del aire cristiano, que es un
aire de enfermos y de cárcel, uno respira aliviado al entrar en este mundo más
sano, más elevado, más amplio. ¡Qué miserable es el Nuevo Testamento comparado
con Manu, qué mal huele!”[2].
Nietzsche detecta en la Ley de Manu una expresión de la
raza aria, “totalmente pura, totalmente primitiva”. Sin embargo, la moral hindú
muestra también, según Nietzsche, el mecanismo que hizo nacer la moral
judeo-cristiana de los esclavos, a partir del resentimiento de los chandala (los
parias) contra los hombres superiores:
“Pero también esta organización tenía necesidad
de ser terrible, esta vez no en la lucha con la bestia, sino con su concepto
antitético, con el hombre-no-de-cría, el hombre mestizo, el chandala. Y, de
nuevo, para hacerlo inocuo, para hacerlo débil, esa organización no tenía otro
medio que ponerlo enfermo” [3].
Los dos modelos tradicionales de educación analizados por
Nietzsche, la domesticación y la crianza, le llevan a afirmar que todos los
medios con que se ha pretendido hacer moral a la humanidad han sido
radicalmente inmorales. Tampoco es casualidad que Nietzsche haga uso de dos
términos zoológicos para referirse a esas técnicas de adiestramiento. En Más allá del bien y del mal, Nietzsche
admite la animalidad del hombre y muestra cómo el cristianismo y el budismo,
las dos grandes religiones, han contribuido a hacer del superhombre un ser
inferior y han provocado un “deterioro de la raza”, concepción que parece
reducir al hombre a mera animalidad:
“En el hombre, como en todas las demás especies
animales, hay un excedente de fracasados, de enfermos, de degenerados, de
débiles, de seres entregados al sufrimiento. Los éxitos, si se considera que el
hombre es el animal cuyo tipo no está fijado, la muy rara excepción. Pero hay
más aún: cuanto más alto está en la jerarquía el tipo humano que representa a
un hombre, tanto más inverosímil es que consiga prosperar. El azar, la ley del
absurdo en la economía global de la humanidad, no se manifiesta en ninguna
parte de manera más espantosa que en la acción destructiva que estos factores
ejercen sobre los hombres superiores cuyas condiciones de existencia son
delicadas, complejas y difícilmente previsibles. ¿Cómo se comportan las dos
grandes religiones, el cristianismo y el budismo, respecto de estos numerosos
fracasados? Intentan hacerles sobrevivir (…). Por mucho que se estime esta
solicitud, estos cuidados y consideraciones que aprovechan también y han
aprovechado siempre al tipo humano superior, las religiones que han reinado
como soberanas hasta hoy, han contribuido en gran medida a mantener el tipo del
hombre a un nivel inferior; han conservado demasiados seres que debieran haber
perecido (…). ¿Qué no hubieran hecho además, esforzándose por cumplimiento en
la conservación de todos los enfermos y todos los que sufren, es decir, real y
verdaderamente, trabajando en el deterioro
de la raza europea?”[4]
Tras este diagnóstico, Nietzsche añade:
“¡Invertir todos estos valores: eso es lo que
faltaba por hacer! Y quebrantar a los fuertes, debilitar las grandes
esperanzas, hacer sospechosa la dicha que da la belleza, abatir todos los
sentimientos de orgullo, de virilidad, de conquista, de dominación, todos los
instintos propios del tipo humano más elevado y más logrado, transformarlos en
incertidumbre, en remordimiento de conciencia, en gusto por destruirse,
transformar incluso en odio terrenal lo que era amor terrenal: tal fue la tarea
que se impuso la Iglesia y que debía imponerse hasta que, finalmente, lograse
fundir en una misma noción el renunciamiento del mundo y la mortificación de
los sentidos, de una parte, y la noción de “superhombre”, de otra.”[5]
Visto así, no sorprende que algunos hayan
interpretado la educación deseada por el último Nietzsche como un
adiestramiento en el que se promueve la selección constante de personas
vigorosas para la reproducción, el emparejamiento de padres sanos, el fortalecimiento
físico de la mujer o el recurso a la gimnasia. La gran educación de Nietzsche
apunta hacia una “cría selectiva de la humanidad, incluida la inexorable
aniquilación de todo lo degenerado y parasitario”[6].
La educación no debe tener por objetivo la formación de individuos útiles para
la sociedad, sino que debe perseguir que la sociedad, en su forma actual, sirva
solamente como medio en manos de una raza más fuerte, una raza que viva
aislada, cultivándose a sí misma, dedicada al arte y a la belleza, como un
invernadero de plantas raras y escogidas.
En el último Nietzsche hay afirmaciones de un
elitismo despiadado, cruel, indudablemente repugnante para el lector demócrata.
Sin embargo, las diferentes etapas de Nietzsche muestran un interés por una paideia infinitamente más rica, más
próxima a Voltaire que a un campo de entrenamiento espartano. En toda la obra
de Nietzsche hay una preocupación sincera por la peligrosa uniformización de la
sociedad y una apuesta por abrir nuevos horizontes para un individuo superior,
más rico, expresión de nuestra pluralidad de impulsos, síntesis perfecta de
naturaleza y cultura.
[1]
El crepúsculo de los ídolos (p. 78).
[2]
El crepúsculo de los ídolos (p. 79).
[3]
El crepúsculo de los ídolos (p. 80).
[4]
Más allá del bien y del mal, aforismo
62 (p. 97).
[5]
Más allá del bien y del mal, aforismo
62 (p. 98).
[6]
Un poco de caos para alumbra una estrella
danzarina. Nietzsche y el espíritu trágico. Jacinto Rivera de Rosales, p.
138.
1 comentario:
La psicoterapia, en especial la terapia de pareja y familia, se debate continuamente en esta reflexión, de ayudar a no uniformar los afectos, las emociones, las relaciones. Que cada persona, PERO A SU VEZ, PAREJA Y FAMILIA, Desarrolle su singulaaridad, su legitima rareza, eso será aun ir más allá del individuo cultivado y profundo como lo planteaba Nietzsche; una colectividad única por sus singularidades y rarezas.
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